Lalaya, más allá de la historia.
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https://www.amazon.com/dp/B086M6F52C
Booktrailer.
https://youtu.be/pJbAL_89qUA
La vida de Lalaya transcurre en el neolítico, y llegó hasta nuestros días a través de tablillas escritas, encontradas en un yacimiento arqueológico que se encuentra en Anatolia, Turquía.
Lalaya creció con el estigma de ser la hija del extraño que llegó de las tierras perdidas de occidente.
Gracias a los conocimientos que el hombre portaba, el poblado del Río Verde, alcanzó un alto grado de evolución para los cánones de la época.
El padre de Lalaya, nombrado Hapsawalar, se fue de la aldea cuando ella tenía nueve veces a Hamshar (nueve años), aquello sin dudas, le dejó una marca imborrable.
Pero ella continuó y engrandeció la labor de su padre, e hizo grandes cosas, como convertir a la empalizada de troncos en una muralla de piedra; fundir metales; crear herramientas y armamentos para la defensa y mejorar la distribución del agua desde el río hasta la fuente en el centro del poblado.
Siendo mayor, fue obligada por su hermano Cellar, a casarse con Karasai, el jefe de los Taddaskai Amii, un pueblo nómada, llegado de las lejanas estepas del este. Convirtiéndose, luego de la muerte de su esposo (alcanzado por un rayo, probando esto, que los elementos la protegían) en jefa de aquellos miembros de la tribu que decidieron asentarse permanentemente a la vera del Río Verde.
Tuvo dos hijos mellizos, que crió con la ayuda de su amada Nui, la mujer que fue su pareja y la roca en la que se apoyó siempre.
Supo aprovechar los recursos del entorno y los regalos de los dioses, como el metal que cayó del cielo.
Junto con Feallar uno de sus hermanos, fundó y construyó el nuevo poblado que, con el correr de los siglos fue conocido como: "La Gema del Valle", cuya historia se detalla en el libro: Lalaya, una mujer más allá de la historia y en El Pasajero.
La impronta de Lalaya, trascendió los siglos y, mil años después de su muerte, uno de sus descendientes, ordenó que su vida fuese escrita, para que ni ella, ni el pueblo que fundó, fuesen olvidados.
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La vida de Lalaya transcurre en el neolítico, y llegó hasta nuestros días a través de tablillas escritas, encontradas en un yacimiento arqueológico que se encuentra en Anatolia, Turquía.
Lalaya creció con el estigma de ser la hija del extraño que llegó de las tierras perdidas de occidente.
Gracias a los conocimientos que el hombre portaba, el poblado del Río Verde, alcanzó un alto grado de evolución para los cánones de la época.
El padre de Lalaya, nombrado Hapsawalar, se fue de la aldea cuando ella tenía nueve veces a Hamshar (nueve años), aquello sin dudas, le dejó una marca imborrable.
Pero ella continuó y engrandeció la labor de su padre, e hizo grandes cosas, como convertir a la empalizada de troncos en una muralla de piedra; fundir metales; crear herramientas y armamentos para la defensa y mejorar la distribución del agua desde el río hasta la fuente en el centro del poblado.
Siendo mayor, fue obligada por su hermano Cellar, a casarse con Karasai, el jefe de los Taddaskai Amii, un pueblo nómada, llegado de las lejanas estepas del este. Convirtiéndose, luego de la muerte de su esposo (alcanzado por un rayo, probando esto, que los elementos la protegían) en jefa de aquellos miembros de la tribu que decidieron asentarse permanentemente a la vera del Río Verde.
Tuvo dos hijos mellizos, que crió con la ayuda de su amada Nui, la mujer que fue su pareja y la roca en la que se apoyó siempre.
Supo aprovechar los recursos del entorno y los regalos de los dioses, como el metal que cayó del cielo.
Junto con Feallar uno de sus hermanos, fundó y construyó el nuevo poblado que, con el correr de los siglos fue conocido como: "La Gema del Valle", cuya historia se detalla en el libro: Lalaya, una mujer más allá de la historia y en El Pasajero.
La impronta de Lalaya, trascendió los siglos y, mil años después de su muerte, uno de sus descendientes, ordenó que su vida fuese escrita, para que ni ella, ni el pueblo que fundó, fuesen olvidados.
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