Lalaya y Nui



Cuando Cellar y los suyos por fin se retiraron, las luces se encendieron en la aldea y después de una jornada tensa, Lalaya en la intimidad de su casa, se recostó pensativa apoyando la cabeza en el regazo de Nui.
-- Mi incansable y bella Nui --murmuró mientras aquella le acariciaba el cabello.
-- ¿Qué te preocupa?  Porque sé que algo te preocupa.
-- Ya has visto a mi hermano, tengo miedo de lo que pueda hacer.
-- Tú, mi querida y bella mujer, estás protegida por tus dioses, esos que viven en las tormentas.
--Mi madre, creía en esas cosas, espíritus, el Magnífico Celur, yo no creo en eso, supongo que te lo he dicho.
-- Insistentemente, pero... ¿Cómo puedo no creer en algo que yo misma presencié? La muerte de Karasai, fue lo más extraño que vi en mi vida, y lo más humillante también. Tus dioses o espíritus, saben cómo hacer las cosas, creo que quién debe preocuparse, es el cerdo de tu hermano, solamente una cosa me inquieta a mí, y es mi hija
--Thai … -- murmuró Lalaya.
-- Sí, sabes, al principio no me reconoció, había tanto orgullo en su mirada, pero hubo un instante mínimo, en que percibí una chispa, ella me vio y creo que su corazón en ese momento se ablandó e intuí que quiso comunicarse conmigo. 
Lalaya sintió la angustia de su compañera, entonces se incorporó y tomó el rostro amado entre las manos y luego besó las lágrimas incipientes.
-- Una madre lo sabe 
-- A mí me pareció tan altiva. ¿Cómo era Thai cuando vivía contigo? 
--Una niña, era una niña. Yo también. Tenía doce veces a Tardec, cuando Karasai me preñó. Él me tenía desde mis once ciclos. Después de que Thai nació, Karasai nos devolvió a mi padre, ya estaba vieja me dijo. Mi hijita vivió conmigo hasta los diez ciclos, fue cuando Karasai la reclamó y se la llevó. Acepté ser su sirvienta, para estar con mi niña. Acepté que me pateara porque no había encontrado un buen venado. Acepté golpes porque no había cocinado bien la carne de conejo. Pero con Thai él era diferente, la amaba de verdad, y la consintió siempre. Por eso Thai era caprichosa y temeraria, a nada temía, ni a su padre. Ella montaba los potros más briosos, y cuando nos encontrábamos con un poblado hostil o cuando los hostiles éramos nosotros, ella iba a las refriegas cuerpo a cuerpo como un muchacho más. Pero nunca la vi preocuparse por verse bonita, ella no tenía esa clase de orgullo, como a su padre, le gustaba jactarse de sus proezas, de su fortaleza. 
Aquellas palabras  partieron el corazón de Lalaya, y siguió odiando a ese maldito de Karasai, pero el amor hacia Nui y su admiración por ella, crecieron más cualquier sentimiento de odio. 
--Recuerdo el día que la capturamos, luchó con uñas y dientes antes de darse por vencida. Pero creo que algo en ella cambió cuando se supo bella. Creo que se dio cuenta que podía ejercer sobre los otros un poder, mucho mayor que el de la fuerza--dijo Lalaya, y recordó la pasión por Thai en la que había caído, pasión que pudo enfriar con el tiempo, pero no sin rencor. Ya en aquellos momentos en los brazos de Nui, todo ese sentimiento abrazador y destructor, había pasado. 
--¿Sabes que creí amarla?
--Lo sé--contestó Nui. 
Lalaya respiró tranquila y abrazó a su amante y la besó con un sentimiento tan profundo que se extendió más allá de la pasión y el enamoramiento, se sintió fundida a esa mujer, se sintió ella, y entonces supo que aquello era el amor por sobre todas las cosas.


Imagen relacionada
Lalaya y Nui
Fragmento de la novela corta Lalaya, más allá de la historia.
Ambientada en un supuesto neolítico.
Disponible en formato e-book, en Amazon.

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Soy Silvina Sant escritora.

Mis libros publicados.

El narrador. Breves consejos, para escritores principiantes.