Fragmento de "El Ángel del Mausoleo"
15 de Diciembre de 1901
“Llegamos temprano a la casa de don Alejandro, de madrugada aún, porque el Padre Alfonso tenía un día de mucho trabajo y lo esperaban mas tarde en la diócesis de Monte. Dado los graves hechos que se vienen sucediendo, y como hace tanto que no aparece por la parroquia o por el pueblo, había urgencia en hablar con él. Todavía estaba oscuro, noche cerrada, don Alejandro es un hombre madrugador, creímos que lo encontraríamos en pie, por eso nos llamó la atención cuando llegamos que todo estuviera oscuro, no había actividad en la casa, ni siquiera el perro de don Alejandro, un perro grande y marrón que suele estar con él e incluso acompañarlo al pueblo, no había señales de nada, tampoco se escuchaban las aves, había una rara quietud en el aire, no sé como explicarlo, a mi me asustó, vi al Padre persignarse con cierta preocupación, como ya dije, no se me ocurre como expresar lo que se sentía en esa casa, las luces del día lentamente subían desde el este, por atrás del monte, pero era un resplandor todavía tenue, y en ese lóbrego resplandor que se enciende entre el día y la noche, vimos la sombra de un hombre correr hacía la arboleda, pero no era el dueño de la casa, a mi me pareció que se trataba del amigo inglés de don Alejandro, por un instante se detuvo y se quedó viéndonos, presentí un pedido de ayuda en ese gesto, y diciendo algo en inglés que no logré entender se metió en el bosque, y ya no volvimos a verlo, tengo el presentimiento que no lo volveremos ver, ese pobre hombre parecía un fantasma, no sé me ocurre que males pueden afligirlo, para dejarlo en ese estado, cuando hice el intento de bajar del coche y seguirlo, el Padre lo impidió, -- Vamos -- me dijo, el caballo se está poniendo nervioso volvamos a Lobos--. En el camino de regreso, vimos el coche de don Alejandro arrumbado, lejos de la casa, no había rastros de su caballo. No hablamos durante el camino al pueblo, no dijimos nada ninguno de los dos“.
“Llegamos temprano a la casa de don Alejandro, de madrugada aún, porque el Padre Alfonso tenía un día de mucho trabajo y lo esperaban mas tarde en la diócesis de Monte. Dado los graves hechos que se vienen sucediendo, y como hace tanto que no aparece por la parroquia o por el pueblo, había urgencia en hablar con él. Todavía estaba oscuro, noche cerrada, don Alejandro es un hombre madrugador, creímos que lo encontraríamos en pie, por eso nos llamó la atención cuando llegamos que todo estuviera oscuro, no había actividad en la casa, ni siquiera el perro de don Alejandro, un perro grande y marrón que suele estar con él e incluso acompañarlo al pueblo, no había señales de nada, tampoco se escuchaban las aves, había una rara quietud en el aire, no sé como explicarlo, a mi me asustó, vi al Padre persignarse con cierta preocupación, como ya dije, no se me ocurre como expresar lo que se sentía en esa casa, las luces del día lentamente subían desde el este, por atrás del monte, pero era un resplandor todavía tenue, y en ese lóbrego resplandor que se enciende entre el día y la noche, vimos la sombra de un hombre correr hacía la arboleda, pero no era el dueño de la casa, a mi me pareció que se trataba del amigo inglés de don Alejandro, por un instante se detuvo y se quedó viéndonos, presentí un pedido de ayuda en ese gesto, y diciendo algo en inglés que no logré entender se metió en el bosque, y ya no volvimos a verlo, tengo el presentimiento que no lo volveremos ver, ese pobre hombre parecía un fantasma, no sé me ocurre que males pueden afligirlo, para dejarlo en ese estado, cuando hice el intento de bajar del coche y seguirlo, el Padre lo impidió, -- Vamos -- me dijo, el caballo se está poniendo nervioso volvamos a Lobos--. En el camino de regreso, vimos el coche de don Alejandro arrumbado, lejos de la casa, no había rastros de su caballo. No hablamos durante el camino al pueblo, no dijimos nada ninguno de los dos“.
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